jueves, 17 de julio de 2008

Las relaciones de la cultura y la educación


Desde sus orígenes la escuela ha sido pensada como el lugar donde se aprehende la cultura o donde los sujetos se enculturan. Pero habría que preguntarse qué se entiende por cultura, porque en un contexto como el que atraviesa la escuela en la actualidad, donde confluyen diversas realidades, es difícil pensar en una única forma de cultura.

A lo largo de la historia la cultura ha tenido diferentes significaciones. En el contexto de surgimiento de la escuela la cultura era la letrada, la civilizada, la única, a la que la aspiración de todos debía ser llegar. Pero en el contexto actual es difícil pensar en esa unicidad dado que una de las características de nuestra época es la hibridación y la pluralidad cultural, influenciado por los medios de comunicación, los cambios en las relaciones de producción y la masificación del consumo tecnológico.

La educación escolar produce tanto la enculturación como la socialización de los niños y jóvenes, pero no hay que olvidarse que esta socialización no es espontánea, sino que está enmarcada dentro de pautas escolares como las formas de comportamiento, de pensamiento, las formas d poder que caracterizan a la institución. Pero todas estas características están conservadas desde su creación (en plena modernidad) sin ninguna readaptación frente a los cambios epocales. Es así que la escuela no ha podido integrar a su lógica los medios de comunicación, las nuevas relaciones de los ciudadanos, las nuevas formas de pensar la democracia, entre otras.

En la escuela actual podemos encontrar un cruce de culturas que provocan tensiones, aperturas, restricciones y contrastes en la construcción de los significados que en ella se producen. Se hace muy difícil la tarea de pensar la homogeneización d estas diferencias dentro del ámbito escolares. La tarea de la institución escolar debería ser aportar las herramientas necesarias para que los alumnos puedan comprender, interpretar y aprender a vivir en un contexto d diversidad cultural.

La escuela debe convertirse en el lugar en el que los niños y jóvenes reciban las herramientas necesarias para la interpretación de los mensajes mediáticos que los atraviesan en su vida cotidiana, además de enseñar a convivir con los otros, con los diferentes, reconociéndolos como igualmente valiosos a pesar de las diferencias. A reconocer que todos los saberes son igualmente válidos y a no interpretar que hay una única realidad o una realidad privilegiada frente a otras. Debería impulsar la reflexión en los niños y jóvenes acerca de que los “otros” no están de la vereda de enfrente ni son tan distintos y mucho menos son el enemigo, sino que cada cual tiene sus particularidades culturales y la diversidad enriquece a los sujetos sociales.

La escuela y sus objetivos de formación ciudadana


La escuela como institución nace en nuestro país dentro de un proyecto político y social que tenía claramente delimitados sus objetivos. De la mano de Domingo Faustino Sarmiento, conocido también como el “padre del aula”, se concibe a la institución educativa argentina con el fin de formar ciudadanos que adquieran las actitudes, aptitudes y los conocimientos necesarios para poder insertarse en la civilización y vivir en el modelo de país pensado por aquella generación.

Era indispensable para formar una “Nación Argentina” terminar con la barbarie gaucha, con el analfabetismo, con la diversidad de costumbres, entre otras cosas que entorpecían el establecimiento del proyecto de país y lograr la homogeneización de la sociedad a través de nuevas pautas de comportamiento y de la organización del espacio y el tiempo de las personas.

Retomando al pedagogo brasileño Paulo Freire, podríamos afirmar que al momento de la creación de la escuela el pueblo fue leído por sus clases dirigentes, como una masa heterogénea, disgregada, que carecía de conocimientos y que era fácilmente asimilable con “la barbarie”.

Pero la creación de la institución escolar en nuestro país no es un hecho aislado, sino que se inserta dentro de un proyecto macro que es el de la modernidad. La escuela a lo largo de su historia, a seguido manteniendo los valores y los modos de funcionamiento que se forjaron dentro del proyecto moderno, puede afirmarse inclusive, que la escuela liberal encarnó también estos ideales y es dentro de estos marcos que se forjó la constitución del campo cultural, derivado de la Revolución industrial, donde se estableció el tiempo del trabajo pero también el tiempo libre.

La pregunta que deberíamos hacernos en este momento es si es posible seguir pensando en esta escuela formadora de ciudadanos en el marco de la renombrada crisis de la modernidad. Analizando las estructuras e instituciones modernas que entran en crisis, la escuela no se convierte en una excepción.

La escuela actual, definida en un marco de valores tradicionales, entra en crisis al cambiar la visión de la sociedad y la cultura, en lo que algunos autores han dado en llamar el fin de la modernidad y por ende de las estructuras modernas. Si la finalidad de esta instrucción pública, de esta formación institucionalizada, contemplaba como su objetivo la formación de ciudadanos, se vuelve necesario repensar qué elementos del proyecto pedagógico estaban abocados a este fin de modo de poder introducirle modificaciones acordes a los nuevos tiempos, para permitir a los alumnos formarse como ciudadanos y como personas integras, acorde al momento socio histórico y cultural en el que le toca vivir y ser protagonista.

Paulo Freire, “La importancia del acto de leer”

Los materiales educativos: ¿qué lugar ocupan los medios?


Desde una mirada algo limitada y esencialista se podría pensar a los medios tan sólo como soportes y no como materiales educativos. Pensando desde las utilidades y los funcionamientos de los medios podemos decir que son formas de emergencia social y cultural, donde las relaciones de comunicación se manifiestan, construyendo múltiples sentidos en un espacio social impregnado por la cultura mediática. En cambio, si lo miramos desde la educación, los medios al igual que los materiales educativos, se constituyen en nexos entre lo que se enseña y lo que se aprende. Son como puentes de sentido que mediatizan en una relación didáctica el conocimiento y las experiencias vinculadas a él.

En el espacio escolar argentino, la impronta moderna se plasmó desde el texto escrito. Aun n la actualidad, el libro o el manual marcan los lineamientos del trabajo tanto dentro como fuera del aula. Si bien actualmente otros medios han ocupado algún espacio en las planificaciones y en las estrategias educativas, no han logrado disputar el poderío del texto escrito. Podría pensarse que las fotocopias reemplazan al libro, pero igualmente siempre se remite a él, marcando su ausencia o su presencia.

Otros materiales y medios van ganando lentamente terreno. Programas d tv y de radio, cierto acceso a Internet, producciones de circulación no masiva, películas, audios musicales, entre otros, son los principales. Pero lo que habría que pensar es el uso que los docentes y alumnos hacen de estos medios y materiales, porque en general el objetivo no es problematizar una situación, readaptar el material o innovar en las prácticas de enseñanza, sino que son utilizados como un complemento de las prácticas tradicionales, vinculadas al material escrito.

En una sociedad como la nuestra, donde la cultura está atravesada por los lenguajes y producciones mediáticas; donde las nuevas tecnologías de la comunicación y la información se han instalado en la vida cotidiana de los sujetos se vuelve indispensable pensar qué lugar ocuparán los medios en la escuela, además de rediseñar las currículas, con especial énfasis en los materiales educativos que se emplearán.

La escuela no es un ente aislado, sino que está inserta en un contexto social, histórico, político y cultural particular y debe ser un nexo entre este y los sujetos sociales.

Particularidades del “ser ciudadano hoy”

Continuando con lo esbozado anteriormente, se vuelve necesario pensar qué lugar tiene la escuela en cuanto a la formación de ciudadanos (uno de sus objetivos fundacionales), en este contexto de crisis.

Ser ciudadano hoy responde principalmente a definiciones legales, a los principios de la igualdad, es decir: el derecho a votar, los derechos sociales y civiles como guías de la igualdad entre los hombres, frente a toda diferencia de edad, género, o situación económica; el derecho a ser representados por los gobernantes, entre otras cosas.

También podría pensarse desde la perspectiva propuesta por García Canclini, que hay un desplazamiento de la concepción tradicional de ciudadano hacia a la de consumidores, donde el consumo privado, incluyendo el consumo mediático, reemplaza las reglas tradicionales de la democracia y la participación colectiva en espacios públicos, además de dar las respuestas a los sujetos en lo que se refiere a los derechos y obligaciones sociales. Según este autor, aunque nos interpelen como ciudadanos nos sentimos convocados como consumidores.

De esta forma podemos entender a la ciudadanía como un reconocimiento de nosotros y de los otros como sujetos sociales, donde la lucha por ese reconocimiento cobra un lugar central. Parte de ese reconocimiento tiene que ver con la capacidad de apropiarse de bienes y materiales simbólicos y poder utilizarlos para su vida en la sociedad. Es así que “ser ciudadano” no tiene que ver sólo con los derechos reconocidos por un estado a sus habitantes sino también con las prácticas sociales y culturales que dan sentido de pertenencia y a la vez de diferencia.

Los medios masivos son los constructores a la vez que espacios de construcción de la opinión pública, pero también se constituyen como el lugar en el que los actuales ciudadanos encuentran las respuestas a sus derechos y visualizan sus obligaciones.

Ya hemos dicho que en la lógica de trabajo en las aulas predomina el texto escrito, con especial énfasis en los manuales y libros escolares, frente a las propuestas de audio y de video, produciendo que la incorporación de este tipo de materiales se vuelva limitada y muchas veces lineal por los docentes y alumnos, que no dejan de incorporarlos en su rol de consumidores. Frente a esto, s necesario pensar la forma en que la escuela actual trabaja la ciudadanía. Las tipificaciones que los materiales escolares (y también los medios) realizan sobre los jóvenes hacen que estos no se sigan interpelados y que gradualmente consideren a la escuela como una institución alejada de su vida real. Además, salvo los manuales que trabajan específicamente el área de formación cívica, el resto de los textos no aborda la temática de la ciudadanía.

García Canclini, “Consumidores y ciudadanos”

Datos alarmantes


  • El 52% de los alumnos sufre o ejerce violencia.

  • El 17% de los casi 5000 estudiantes secundarios consultados inició una pelea en el ultimo año para hostigar a otro compañero o a los profesores.

  • 16,6% dijo haber cometido un acto de violencia en el último año como irse a las piñas o am enazar u obligar a otro a hacer algo indeseado.

  • Un 16,9% expresó haber sido víctima de ese maltrato.

La escuela como espacio de integración social


Muchas veces se aborda la diversidad cultural, los grupos sociales, pero siempre desde las diferencias y los derechos universales. Los materiales escolares no trabajan directamente el lugar de la escuela en la formación de ciudadanos, pero busca homogeneizar a su alumnado, olvidando las diferencias que se propone reconocer desde lo discursivo. Una clara muestra de esto en la escuela argentina son los manuales, que si bien se producen para todo el país con el fin de que todos accedan a los mismos conocimientos, son hechos con los modos, los ejemplos y los conceptos bonarenses y en especial porteños, lo que produce que se dejen de lado los regionalismos.

Pero también puede pensarse qué lugar ocupa la escuela en la integración social de sus alumnos como futuros ciudadanos. Diferencias culturales, lingüísticas y sociales conviven dentro de un mismo espacio escolar y pueden ser trabajadas como principio integrador. En cambio, lo que sucede en la realidad es que la mayor parte de las veces las minorías étnicas son discriminadas dentro de la misma institución, y no sólo por los alumnos, sino también por los propios docentes que algunas veces establecen juicios previos al respecto del rendimiento o la capacidad de los alumnos que vienen de países limítrofes o de otra provincias del interior del país. En este sentido suele escucharse que los alumnos “no quieren estar acá”, “se quieren volver a su lugar de origen” o que “tienen un ritmo más lento que el del resto” y por eso no les va bien en la escuela.

Es de esta forma que muchas veces los alumnos sienten que sus conocimientos y costumbres son cuestionados o no reconocidos como válidas por los demás y lejos de sentirse interpelados desde la diferencia e integrados, se sienten discriminados.

En conclusión, lo que la escuela hace es homogeneizar, respondiendo al proyecto moderno, y por lo tanto no integra las diferencias sino que las desconoce en función de la adaptación a un modelo hegemónico del “deber ser”. Esto no significa que el maestro sea el culpable, sino que él como miembro de esta sociedad está condicionado por su propia formación como formador. Esto no le permite visualizar la riqueza que tiene la diversidad cultural y poder tomarla como elemento pedagógico dentro del aula y provoca que los alumnos sigan reproduciendo este sistema de exclusión puertas afuera de la institución escolar.

Todo lo esbozado anteriormente nos hace replantearnos el modo en que funciona la escuela en la actualidad de nuestro país, cuáles deberían ser sus funciones en un contexto de incertidumbre en cuanto al futuro y cuáles los materiales educativos que permitan una mayor integración frente a la diversidad y una interacción con las nuevas tecnologías que atraviesan a diario la vida de los alumnos.

Los grandes cambios socioculturales que se han producido desde su contexto de creación, nos exigen repensar el proyecto educativo pensado como un paso previo a la adultez y a la inserción en el campo laboral. Ya que, gran parte de las veces, el título de estudios no garantiza la futura salida laboral o como sucede en muchos casos, la escuela no prepara para el mundo del trabajo, sino que el ingreso al mundo laboral a corta edad se vuelve incompatible con la continuación de los estudios de los niños y jóvenes.

La violencia en las escuelas, un tema cultural

En los últimos tiempos el tema de la violencia en las escuelas se encuentra en boca de todos y ocupa franjas centrales en los medios de comunicación. Peleas entre compañeros, jóvenes hospitalizados y profesores agredidos son temas de los que nadie puede decir no haber escuchado hablar. La institución escolar se ha convertido en una fija de las secciones policiales.

Pero esto no es algo nuevo, podemos recordar el caso de la localidad de Carmen de Patagones, cuando un joven llamado Junior mató a varios d sus compañeros e hirió a varios otros con un arma de fuego, desvalorizando la vida de los otros y su propia vida. Es importante pensar qué lleva a los jóvenes a producir hechos de violencia escolar como este y que lugar ocupan los medios como constructores de opinión frente a esta realidad.

Si indagamos un poco acerca de la violencia escolar podemos ver que ya en los 90 se convierte en material mediático, esto tiene una amplia relación con lo que sucedía en la sociedad y que comienza a expresarse en la institución por medio de las agresiones verbales y la discriminación. La escuela no está aislada de la sociedad, sino que está atravesada por lo que sucede en esta.

Muchas veces se dice que los medios de comunicación, las películas o los gustos musicales son los causantes de la violencia en los jóvenes y de tragedias como la de Carmen de Patagones. Pero esto es una explicación limitada, porque si bien los medios cumplen una función muy importante en la construcción de sentidos, los causales de la violencia juvenil son mucho más amplios e involucran a la sociedad en su conjunto.

Esta generación de jóvenes ha heredado una sociedad injusta, donde la pobreza aumenta día a día y donde las oportunidades son cada vez mas limitadas. En este contexto es que se enarbola la bandera de los jóvenes violentos, sin futuro, a los que hay que reprender y encarcelar cada vez a menor edad para evitar los riesgos al resto de la sociedad. Se señala a los jóvenes por sus formas de pensar, por sus gustos musicales, por su forma de vestir pero no se enarbolan las banderas de los derechos humanos que son continuamente vulnerados por medio de la prostitución infantil, el acceso a la educación y al trabajo, no se escuchan voces de preocupación por la creciente deserción escolar, por los casos de desnutrición infantil o por las enfermedades como la bulimia y la anorexia.

Los jóvenes se convierten en l blanco de todas las críticas. Esos jóvenes que en los 70 fueron perseguidos, duramente reprimidos y torturados por ser la resistencia a la dictadura militar, y que hoy en día son vistos desde una mirada fatalista que les prevé la falta de futuro y los sindica por su pertenencia a determinadas “tribus urbanas”.