jueves, 17 de julio de 2008

La escuela como espacio de integración social


Muchas veces se aborda la diversidad cultural, los grupos sociales, pero siempre desde las diferencias y los derechos universales. Los materiales escolares no trabajan directamente el lugar de la escuela en la formación de ciudadanos, pero busca homogeneizar a su alumnado, olvidando las diferencias que se propone reconocer desde lo discursivo. Una clara muestra de esto en la escuela argentina son los manuales, que si bien se producen para todo el país con el fin de que todos accedan a los mismos conocimientos, son hechos con los modos, los ejemplos y los conceptos bonarenses y en especial porteños, lo que produce que se dejen de lado los regionalismos.

Pero también puede pensarse qué lugar ocupa la escuela en la integración social de sus alumnos como futuros ciudadanos. Diferencias culturales, lingüísticas y sociales conviven dentro de un mismo espacio escolar y pueden ser trabajadas como principio integrador. En cambio, lo que sucede en la realidad es que la mayor parte de las veces las minorías étnicas son discriminadas dentro de la misma institución, y no sólo por los alumnos, sino también por los propios docentes que algunas veces establecen juicios previos al respecto del rendimiento o la capacidad de los alumnos que vienen de países limítrofes o de otra provincias del interior del país. En este sentido suele escucharse que los alumnos “no quieren estar acá”, “se quieren volver a su lugar de origen” o que “tienen un ritmo más lento que el del resto” y por eso no les va bien en la escuela.

Es de esta forma que muchas veces los alumnos sienten que sus conocimientos y costumbres son cuestionados o no reconocidos como válidas por los demás y lejos de sentirse interpelados desde la diferencia e integrados, se sienten discriminados.

En conclusión, lo que la escuela hace es homogeneizar, respondiendo al proyecto moderno, y por lo tanto no integra las diferencias sino que las desconoce en función de la adaptación a un modelo hegemónico del “deber ser”. Esto no significa que el maestro sea el culpable, sino que él como miembro de esta sociedad está condicionado por su propia formación como formador. Esto no le permite visualizar la riqueza que tiene la diversidad cultural y poder tomarla como elemento pedagógico dentro del aula y provoca que los alumnos sigan reproduciendo este sistema de exclusión puertas afuera de la institución escolar.

Todo lo esbozado anteriormente nos hace replantearnos el modo en que funciona la escuela en la actualidad de nuestro país, cuáles deberían ser sus funciones en un contexto de incertidumbre en cuanto al futuro y cuáles los materiales educativos que permitan una mayor integración frente a la diversidad y una interacción con las nuevas tecnologías que atraviesan a diario la vida de los alumnos.

Los grandes cambios socioculturales que se han producido desde su contexto de creación, nos exigen repensar el proyecto educativo pensado como un paso previo a la adultez y a la inserción en el campo laboral. Ya que, gran parte de las veces, el título de estudios no garantiza la futura salida laboral o como sucede en muchos casos, la escuela no prepara para el mundo del trabajo, sino que el ingreso al mundo laboral a corta edad se vuelve incompatible con la continuación de los estudios de los niños y jóvenes.

No hay comentarios: